jueves, septiembre 29, 2005

Difícil elección

Time: 16:30

La mañana vino y se fue, con suavidad, sin molestar a nadie. Y es que cuando tengo que adoptar una decisión importante, el tiempo me pasa por encima. No soy un genio chicos. No, no lo soy. Las horas vuelan mientras me siento en una esquina de la habitación, atascado; incapaz de darle salida a mis pensamientos que, en un flujo desordenado, rechinan en mi cabeza. Me desespera ser consciente de mis propias limitaciones.

Pero no me va mal, no me quejo. He ascendido en la escala jerárquica de la delincuencia hasta mi nivel máximo de incompetencia. Hasta aquí he llegado.

Los hombres de mi banda son duros, eso no se puede negar. Pero sólo confío en Big Joe, es al único que daría la espalda; no a Willy el Lagarto o Larry o Sergei, los chicos del rastreo. Esos venderían a su madre por dinero; de hecho, creo que Larry la vendió a los 15 años. En fin... No importa. Todos sabemos que éste, como todos, es un negocio difícil y cabrón.

Me dedico al contrabando de turingio concentrado. El turingio es un material que sólo se encuentra en las lunas Smokey y Bandit, las dos lunas más alejadas de Athena. En la actualidad, el turingio, material escaso y cuya extracción está absolutamente prohibida salvo al gobierno central de Athena, es la única fuente energética capaz de mover los teleportadores o TransPai, que permiten viajar instantáneamente entre planetas.

En la Tierra pagan barbaridades por esto; los viejos Transpai sólo pueden trabajar con turingio o con una cantidad de energía tal que dejaría a la antigua Nueva York sin luz durante un par de días.

Nosotros movemos cantidades pequeñas de turingio. Si quieres algo más grande necesitas hablar con los Armenios. Yo nunca me he metido en eso. No aspiro a hacerlo, no tengo la cabeza para llevar una organización así. Sólo tengo mis huevos, que no es poco, te lo digo yo.

Por lo dicho, no me gusta llamar la atención... Mira, no sé si es verdad que el capullo era Huisman. Si no lo es, reconozco que su jugada fue hábil, porque Big Joe no le hubiera dejado salir vivo de nuestro almacén; si era Huisman, el tío que asesinó al alcalde de Lisboa -que es como decir que asesinó al Papa en el siglo XVII- hace una semana, pues tampoco quiero tener nada que ver con él; toda la pasma le persigue y no me interesa averiguar qué hace aquí. La verdad, no me gustaría mucho ir a la comisaría de Ostrich City a declarar.

Llevo dándole vueltas desde entonces: ¿debería haberlo matado allí mismo? ¿Y si al dejarlo vivo lleva a la policía a nuestro almacén?

Ayer abandoné la ciudad y aquí estoy, recluido en un antiguo faro nuclear a dos mil kilómetros de distancia, pensando en qué le voy a decir a mis hombres. Están abajo esperando. Sólo tengo una solución: levantamos el garito y nos instalamos en otro lado. Huisman tiene una dirección, pero nadie sabe lo que hay en el local de Big Joe.

Deberíamos haberlo matado.

No sé si mi liderazgo sobrevivirá a este error.